jueves, 17 de julio de 2008

Literaturas angustiadas

Un caso singular entre la obra de sus contemporáneos son los relatos de Armonía Somers, que ocuparon un lugar marginal en las letras nacionales y fueron calificados como «la literatura del asco y la crueldad». Nacida en Montevideo en 1914, fue conocida por su verdadero nombre, Armonia Etchepare, como una pedagoga de prestigio internacional. Murió en 1994, pocos meses después de haber sido tardíamente consagrada por la crítica.



En 1950 dio a conocer con el seudónimo Somers la novela La mujer desnuda, que provoco un gran escándalo y tuvo escasa difusión; pero fue El derrumbamiento (cuentos, 1953) la obra que confirmo su imagen de escritora «pervertida», como llego a ser calificada, que hablaba de sexo, revertía el símbolo de la mujer virgen mártir y presentaba personajes demoniacos en un mundo desesperanzado y angustioso.

Con una sintaxis intrincada, Somers elaboro un lenguaje poético y creo un mundo fantástico de una iconoclastia extrema. Publico también La calle del viento norte (cuentos, 1963), De miedo en miedo (novela, 1965), Un retrato para Dickens (novela, 1969), Tríptico darwiniano (relatos, 1982), Viaje al corazón del día (novela, 1986) y Solo los elefantes encuentran mandrágora (novela, 1986), que los críticos consideran su obra maestra.



Otra voz original fue la de Mario Arregui (1917-1985), quien elaboro una narrativa existencialista, escasa pero prestigiosa, en la que el hombre aparece dramáticamente enfrentado a la muerte.

El campo fue el telón de fondo de muchos de sus relatos, pero como un lugar carente de pintoresquismo; es el territorio metafísico donde el hombre solitario encara la muerte. Perfeccionista del lenguaje, Arregui publico Noche de San Juan y otros cuentos (1956), Hombres y caballos (1960), La sed el agua (1964), El narrador (1972), La escoba de la bruja (1979) y Ramos generates (1985, póstumo).


Un continuador del criollismo fue Julio Cesar da Rosa, nacido en 1920 en el departamento de Treinta y Tres. Si bien reconoce a Morosoli como maestro, sus relatos poseen originalidad propia, un acertado estilo coloquial y gratia ingenua.

viernes, 11 de julio de 2008

La generación critica del medio siglo

En las décadas de 1950 y 1960, los conflictos sociales arreciaron y la literatura tendió a reflejarlos. La mayor parte de la generación emergente fortaleció los vínculos culturales con la Europa de posguerra y propuso una literatura realista, aunque inicialmente sus representantes fueron reticentes a la polinización.



Axial lo reflejan las revistas que fundaron (Clinamen, Escritura, Marginalia, Asir y Numero), que eran casi exclusivamente literarias. No obstante, muchos de ellos terminaron por comprometerse ideológicamente con los sectores progresistas, como demuestran sus obras de madurez. Al tiempo que el semanario Marcha registraba estos cambios, se crearon editoriales que promocionaban el libro nacional, como Alfa, Área y Banda Oriental. En este sentido, la década de 1960 fue notable por su actividad intelectual y política.