domingo, 21 de diciembre de 2008

La novela histórica de Eduardo Acevedo Díaz

Con Eduardo Acevedo Díaz surgió la novela en el Uruguay, pues aunque previamente hubo algunos autores románticos que cultivaron el género narrativo de una manera dispersa, ninguno logro materializar una obra de categoría. Quien más se aproximo rué Alejandro Matarifes Cervantes, pero sus extensísimos escritos solo tienen hoy un valor documental.

Acevedo Díaz, tributándole homenaje, deslinda la estética de aquel de la suya propia: «...era un generoso divulgador de las virtudes de la raza y de las leyendas nativas De una escuela literaria distinta por su formula, espíritu y tendencias mis gauchos melenudos y taciturnos no son sus gauchos caballerescos, liricos, sentimentales ni llegan los odios que el describe hasta mas alía de la muerte, como en mi modo de ver yo los descubro en el fondo selvático de una raza bravía...».



Eduardo Inés Acevedo Díaz (1852-1921) participo en tres movimientos revolucionarias: acompañito a Timoteo Aparicio en su levantamiento contra Lorenzo Batlle (1870-1872), combatió en la Revolución Tricolor de 1875 y en 1897 se integro en las filas de Aparicio Saravia que lucharon contra Juan Adiarte Borda.

El mismo propicio este ultimo alzamiento, ya que dos anos antes había retornado de su exilio para fundar el periódico El Nacional denunciar la corrupción del gobierno. Su compromiso político fue paralelo a su trayectoria periodística, pues escribió también en La Republica, La Democracia y La Razón.



La estética de Acevedo Díaz puede considérate naturalista aunque no se despego por completo del romanticismo y esta vinculada al positivismo filosófico, lo que le permitió superar la visión ingenua e idealizadora de sus precursores y plasmar retratos auténticos de los rudos personajes de la camparía.

Su elección del genero histórico responda a un afán didáctico, pues a su juicio «se entiende mejor la "historia" en la novela, que la "novela" de la historia», y el asunto histórico le brindaba «el secreto de instruir almas y educar muchedumbres».



En 1886 apareció Brenda, su primera novela, que no ofrecía mayores meritos, pero en 1888, con Ismael, Acevedo Díaz initio su celebre tetralogía histórica, definida por el ensayista Arturo Sergio Vasca como «uno de los monumentos literarios del Uruguay*. En esta novela, siguiendo los cánones del género vigentes en la época, el personaje ficticio se mueve sobre un fondo histórico, y el libro termina con la batalla de Las Piedras, en 1811.

El protagonista de la segunda parte, titulada Nativa y publicada en 1890, es un criollo montevideano que lucha en las huestes revolucionarias del gaucho Olivera, y también protagoniza Grito de gloria, de 1894, cuya base histórica es la cruzada de los Treinta y Tres Orientales. Todos estos acontecimientos históricos, cuya narración concluye con Lanza sable (1914), la ultima entrega de la tetralogía, cobran vida gracias a un centenar de héroes novelescos, gauchos, mujeres, soldados, criollos rebeldes e indios, cuya riqueza es indiscutible. Al ciclo épico de este autor hay que sumar El combate de la tapar a, de 1892, y Soledad, de 1894. Dentro del mismo espíritu se ubican sus ensayos históricos, reunidos en el volumen Épocas militares en los países del Plata (1911).

lunes, 8 de diciembre de 2008

Nuevas ideas nuevos estilos

Mientras que el positivismo del doctor Alfredo Vázquez Acevedo marco el rumbo de la universidad, cuya enseñanza se caracterizaba por la ortodoxia, el individualismo nietzscheano influyo sobre los escritores, en su mayoría autodidactas.

Los focos de difusión y de aprendizaje de estos últimos fueron los cafés, los cenáculos y el Centro Internacional de Estudios Sociales. En este periodo aparecieron los intelectuales de café, cuyas diatribas alcanzaban a veces un tono tan insultante que culminaban en duelos. Muchos de ellos convergieron en el café Polo Bamba, y aunque no alcanzaron la fama publicaron muchísimo.



Así ocurrió con personajes como Álvaro Armando Visear (1878-1969), poeta social y traductor de Walt Chiman; Emilio Fregona (1880-1969), abogado de agitada actuación pública y fundador del Partido Socialista en 1910; Ángel Falco (1885-1971), militar que abandono su profesión para dedicarse a la poesía y al anarquismo, y, sobre todo, José Alonso y Trelles (1857-1924), que firmo con el seudónimo «El Viejo Pancho» poemas criollitas publicados bajo el titulo de Paja Brava.

En cuanto a la poesía, el modernismo fue adoptado por los poetas uruguayos a comienzos del siglo XX, cuando los principales rasgos del movimiento (metáforas, cromatismo, juegos de palabras, sensaciones mórbidas, satanismo, etc.) se encontraban más acentuados. Los modernistas enriquecieron la lengua con neologismos, arcaísmos y onomatopeyas, gustaban del verso alejandrino pero practicaban la polimetría, y recurrieron a la mitología griega al tiempo que se fiaban con Francia y Oriente.


Además de en el café Polo Bamba la vida cultural montevideana se desarrollaba en la librera de Orcina Bertini, lugar de agitadas tertulias, y en dos cenáculos: el Consistorio del Gay Saber, dirigido por Horacio Quiroga, y la Torre de los Panoramas, acaudillada por Julio Herrera y Resiga. Oficiantes destacados de este último grupo fueron Pablo Minilla (1883-1970), Cesar Miranda (1884-1960) y Roberto de las Carreras (1873-1963).



La Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales (1895-1897), fundada por José Enrique Rodo, Victor Pérez Petito y los hermanos Martínez Vigila, fue muy importante durante el tiempo de su publicación y aun en los afijos siguientes, pero la renovación modelista tuvo sobre todo dos órganos, La Revista (1899-1900), fundada por Herrera y Resiga, y La Revista de Salto (1899-1900), a cargo de Horacio Quiroga.