Junto a la figura de Herrera y Reissig destacan dos poetisas singulares que expresaron en sus versos toda la sensualidad y el misterio del alma femenina. La primera es Maria Eugenia Vaz Ferreira (1875-1924), hermana del filosofo, que aunque no recibió educación formal llego a ser nombrada profesora de literatura en la Universidad de Mujeres.
Mantuvo un comportamiento desdeñoso hacia los hombres, una fría imagen publica que le valió la aureola de virgen. Desde una estética modernista evoluciono hacia un lenguaje mas sobrio, en el que predomino la angustia existencial. Al morir no dejo ningún libro, pero había encargado a su hermano Carlos la publicación de La isla de los canticos (1925). En 1959 vio la luz una nueva selección de sus versos, titulada La otra isla de los cánticos, y en 1986 aparecieron sus Poesías completas, con textos inéditos.
La segunda poetisa importante de estos años fue Delmira Agustini (1886-1914). Durante su breve existencia, esta autora sensual y precoz, la mas joven de su generación, escandalizo a la ciudad con el erotismo de sus poemas. En sus versos modernistas, late una mezcla de ímpetu e ingenuidad, y las metáforas ardientes hacen olvidar su imperfección sonora. Publico: El libro blanco (1907), Cantos de la mañana (1910) y Los cálices vacios (1913). Este ultimo y el libro póstumo Los astros del abismo (1924) reúnen lo mas logrado de su obra.