Había que conocer bien a aquel ser que se llamo Pedro Picrato, amarlo y comprenderlo, para no atribuir a un resentimiento excluyente algunas de sus inusitadas violencias.
Es que algo mas había en el. Algo más hondo, y que dignifica a esa criatura desvalida que es un hombre. Había seguramente esa angustia última que tras una desmedida disconformidad con la condición humana, suele quedar sin resolución, afincándose dolorosa y definitivamente en el espíritu. Empero, la poesía de Piccatto muestra una velada esperanza cuando, como un "duende fino", el poeta convoca a sus transidos Ángeles y a sus claras palomas.
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