viernes, 8 de agosto de 2008

El primer romanticismo

La bandera del Romanticismo fue levantada en Montevideo hacia 1838, iniciándose un movimiento que pretendía, por primera vez, formular una literatura plenamente americana. El uruguayo Andrés Lamas y el argentino Miguel Cane, exiliado en la Banda Oriental, elaboraron en el quincenario El iniciador la declaración de principios de la nueva tendencia:



«Hay que conquistar la independencia inteligente de la nación, su independencia civil, literaria, artística e industrial, porque las leyes, la sociedad, la literatura, las artes y la industria deben llevar, como nuestra bandera, los colores nacionales, y como ella ser el testimonio de nuestra independencia y nacionalidad».



Los románticos, animados por un espíritu de liberación intelectual, buscaron sus temas en las problemáticas de los países recién nacidos a la independencia, de tal forma que el gaucho, el indio y la pampa conformaron sus personajes y escenarios. Sin embargo, no solo pretendían ser innovadores desde el punto de vista temático, sino que se plantearon también la libertad formal frente a la rigidez del clasicismo dominante hasta el momento.

Experimentando con diferentes metros, los poetas expresaron el lamento y la melancolía, pues entendían que el sufrimiento era un componente esencial del alma romántica. Sin embargo, en esta primera etapa surgieron declaraciones de principios más que obras logradas, y habrá que esperar a la segunda generación romántica para leer versos genuinamente americanistas y alejados de los modelos franceses.



La «generación de El Iniciador» o «generación del 38», a diferencia de generaciones anteriores, se afirmo en oposición a sus mayores y reivindico la juventud como un bien en sí mismo.

Andrés Lamas invocaba: «Jóvenes! No esperéis a la vejez [...] Trabajemos para la sociedad: su horizonte intelectual es muy estrecho; veamos si podemos dilatarlo.»

No obstante, estos primeros jóvenes románticos se sacudieron el influjo español para caer en el influjo francés. Si España había sido hasta ese momento la matriz cultural de las colonias, aunque estas hubiesen conquistado ya la emancipación política, los jóvenes poetas buscaron otros modelos en la literatura francesa, que durante décadas mantuvo una poderosa influencia en todos los aspectos de la vida cultural uruguaya. Victor Hugo y Lamartine fueron nombres sagrados, aunque junto a ellos se admirase a los españoles Becquer, Larra y Espronceda.

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