Mario Benedetti (1920), el escritor uruguayo más popular dentro y fuera del país, ha sido decisivo para la creación de una identidad montevideana. Nacido en Paso de los Toros, en 1949 publico su primer libro de cuentos, Esta mañana, y en 1953 la novela Quien de nosotros. Le siguieron los Poemas de la oficina (1956) y El reportaje (teatro, 1958). Además de su actividad como narrador y poeta, Benedetti ha desarrollado una prolífica labor de ensayista en sus libros Literatura uruguaya siglo XX, La cultura, ese Bianco móvil y El ejercicio del criterio. Como poeta impuso una nueva estética, la «anti poesía», en sintonía con el chileno Nicanor Parra, consistente en versos cortos, concisos, irónicos o tiernos que adoptan el modo simple del habla cotidiana y los uruguayismos. Así se manifiesta en los versos de Inventario, Poemas del hoy por hoy, Próximo prójimo, Viento del exilio y Yesterday y mañana.
Como narrador cimento su fama a partir de Montevideanos (1959), cuentos en los que hace literatura sobre un mundo mediocre, alienado y gris. La tregua (1960) extiende esta visión acida de la clase media cargada de frustraciones, y Gracias por el fuego (1965) capta la vida corrupta de la burguesía. En 1968 publico los cuentos La muerte otras sorpresas y en 1971 El cumpleaños de Juan Ángel, una novela con la carga del panfleto político que tiene la originalidad de haber sido escrita en verso. En el exilio escribió Primavera con una esquina rota (novela, 1982), Geografías y los artículos de El des exilio y otras conjeturas (1984). De regreso en Montevideo publico las novelas La bona del café (1992) y Andamios (1996).
Otro narrador importante de la llamada generación crítica del medio siglo fue el prestigioso abogado Carlos Martínez Moreno, que nació en Colonia del Sacramento en 1917 y murió en México en 1986. De estudiante se gano la vida escribiendo notas y cuentos bajo seudónimo en la revista Mundo Uruguayo, y posteriormente fue colaborador en temas políticos y critico teatral del semanario Marcha. En 1959 publico la novela El paredón, a la que siguieron, entre otras, Cordelia (1956) y Los aborígenes (1960). A partir de Tierra en la boca (1974) alcanzo la plenitud de su talento, confirmado luego en El color que el infierno me escondiera (1984).
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