El magisterio poético lo tuvo en la década de 1920, y lo mantuvo durante varias mas, Juana de Ibarbourou (1892-1979). En su adolescencia comenzó a publicar poemas en periódicos de Melo, su ciudad natal, y posteriormente se estableció en Montevideo.
Con la aparición en 1919 de Las lenguas de diamante, que fue elogiado unánimemente por la critica, la poesía nacional rompió definitivamente con el modernismo. Juana de Ibarbourou debe su popularidad a que escribe en un lenguaje sencillo, neorromántico y vital, volcado en la naturaleza.
Tras la publicación en 1920 de sus Poesías escogidas, y dos años después de Raíz salvaje, alcanzo una fama internacional inusitada por lo temprana, siendo ensalzada en 1929, en un acto oficial que tuvo lugar en el Palacio Legislativo, como «Juana de America.
En 1930 hizo su incursión de cariz vanguardista con La rosa de los vientos, y luego, durante veinte años, se dedico exclusivamente a la prosa, publicando Loores de Nuestra Señora, Estampas de la Biblia, Chico Carlo y la pieza de teatro infantil Los sueños de Natacha. En 1950 regreso a la poesía con Perdida, libro al que siguieron Elegía y La pasajera; en ellos, su lenguaje se vuelve sombrío y la autora se interroga por el sentido de la vida.
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